Y VOS? VAS A IR MAÑANA A APOYAR LA FAMILIA???

¿Madres y niños primero?

En mayo de 2010 Diputados aprobó el proyecto de matrimonio entre personas del mismo sexo.

Si el Senado ratifica esa decisión, la Argentina sería el primer país latinoamericano en extender

el alcance del matrimonio a las uniones homosexuales, afectando la familia y la sociedad, y

vaciando de significado la maternidad y los derechos del niño.

Resulta incuestionable la importancia de la madre para el buen desarrollo de la primera

infancia. En sentido inverso, afirmar que dos personas del mismo sexo puedan criar a un niño

pequeño sin comprometer su identidad nos resulta al menos controvertido. Intuición y

jurisprudencia acompañan la idea de que para criar personas es mejor contar con una mujer y

un varón, iguales en dignidad, diferentes y complementarios, unidos sexual y familiarmente. El

proyecto altera jurídicamente la noción de familia; en particular a la maternidad y a la filiación,

desechando -entre otros- el vocablo "madre" y sustituyendo "esposa/esposo" por

"contrayentes". Secuestrar del marco legal del matrimonio la palabra "madre" parece una idea

sombría.

Adicionalmente, conviene recordar que las uniones homosexuales deben recurrir a una tercera

persona para engendrar; nos preguntamos: ¿quién es el papá de la criatura?; ¿quién su

mamá?; ¿cuál el papel de quien aportó su material biológico?; ¿cómo constituir el núcleo

familiar sin segregarlo? Y ante tantos casos de hijos de padres desaparecidos, que buscan y

descubren sus lazos de parentesco, nos preguntamos también qué ocurrirá cuando los nacidos

con técnicas genéticas crezcan: ¿acaso no exigirán su derecho a conocer a sus dos padres

biológicos?; ¿actuarán contra las instituciones que manipularon técnicamente su concepción?;

ó lo harán contra el Estado que lo reguló... Son algunas inconsistencias del proyecto que, a

nuestro entender, no ha sido suficientemente estudiado.

En el caso de la adopción, la legislación protege los derechos del niño por encima de las

preferencias de adultos. En caso contrario se lo estaría cosificando, afectando su dignidad

personal, comprometiendo su inserción social y su futuro a través de una ingeniería sin

precedentes. El art. 21 de la Convención de los Derechos del Niño, aprobada por las Naciones

Unidas en 1989 y adoptada por la Argentina en 1990, consagrándosela con jerarquía

constitucional en 1994, es contundente: "Los Estados Parte que reconocen o permiten el

sistema de adopción cuidarán de que el interés superior del niño sea la consideración

primordial [...]". En la ley en cuestión los niños no son lo primero. Su derecho a recibir

cuidados en el seno de una familia estable, con la presencia identitaria de un padre y de una

madre, resulta desplazado por un nuevo derecho: el derecho a adoptar.

"No es nada seguro -afirmaba J. Danielou- que el hombre moderno posea una inteligencia más

elevada que el hombre que vivió hace diez mil años." Una milenaria tradición indica que los

intereses superiores de los niños a los que apela la declaración citada anteriormente serán

mejor satisfechos por una institución similar a aquella de la que nacieron. No hace falta

introducir cambios esenciales al Código Civil para brindar garantías patrimoniales o

previsionales a las parejas homosexuales.

A raíz de este debate, oímos que los derechos humanos no se negocian, y nos resulta lógico:

todo lo verdaderamente humano nos convoca, nos une, y estamos dispuestos a abrigarlo. Pero

quienes enarbolan ese axioma en pos de una reivindicación controversial, pasan por alto el

parecer de la sociedad, y minimizan su disposición a reconocer como Derecho sus deseos

privados. El Derecho protege instituciones por la función social que cumplen, por los bienes

públicos que custodian.

El reclamo que irrumpe en la agenda política actual está tan alejado de las preocupaciones

reales de la ciudadanía argentina que no fue atendido por ninguna plataforma electoral. No

discute banalidades. Desafía con liviandad moral y poco sentido jurídico una institución original

-el matrimonio- por considerarla simplemente antigua, y ataca -con aires de vanguardismouna

de sus principales derivaciones: la maternidad, "a cuya sombra todos nos hemos criado".

El proyecto ha tomado tal relevancia que nos han nublado la razón y congelado el corazón. El

Mundial puede ser una fuente indiscutida de nacionalidad pero colabora poco en asumir el

tenor del debate: proteger o desproteger una institución fundamental que acoge, cobija y

educa a los 700 mil argentinos que nacen y crecen, año a año.

Pablo Roviralta

Fundador y Presidente

Fundación Observatorio de la Maternidad

proviralta@o-maternidad.org.ar